miércoles, enero 27, 2010

De la razón, la moral, la pasión. Y otros vicios.

 

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No soy un animal, lo sé. Pero a veces el calor me gana y hace que hasta la parte más remota de mi cuerpo arda en fuego. Mi cerebro desea detenerme pero la pasión termina por darme esos derroches de ternura, de candor, ese fuego que es como agua hirviendo.

Mis ojos son espejos en el interior de mi cuerpo, observan cada uno de los movimientos que hago, que haré. Podría ser algo malo, mis ojos se empañan y se sienten decepcionados mientras mi cabeza lucha por evitar esas sensaciones que la pasión causa.

Un grito desesperado, unos labios rojos, lo que deseo; ha valido más que mi razón. Y qué decir de mi moral, si tengo el derecho a ser un apasionado, a quedarme despierto y volar, a romper las reglas, a crear otras nuevas.

Mi euforia cesa, mi locura baja, y me deleito pensando en lo que he hecho: A veces sienta bien portarse mal, aunque después la culpa empieza a embargarme. No acuso a la pasión, fue más mi deseo. Ni tampoco a la razón, siempre aconsejó que no.

Pero es que son como tres hermanas: La seria de la razón, la justa de la moral, la loca de la pasión… Por eso se pelean tanto, por eso no hay acuerdo, por eso nunca hay una conclusión. Y por eso a la más loca, como joven que soy; le hago caso.